Cataluña no tiene un Gobierno que se ocupe de las cosas. El 28 de enero del año pasado -hoy hace 469 días, y seguimos …-, el entonces presidente de la Generalitat de Catalunya, Quim Torra, solemnizó la ruptura entre los dos socios que lo integraban. Una ruptura que estos últimos días hemos visualizado de nuevo en toda su crudeza. Aquel Gobierno fracturado dio paso a un Gobierno en funciones, tanto o más atrapado en sus propias contradicciones. Un Gobierno exhausto de la permanente pelea interna al cual no le quedan energías para hacer lo que se esperaría: que gobierne el día a día y que proyecte las líneas maestras de la reconstrucción sanitaria, económica y social.

Cataluña no se lo merece. Independentistas, unionistas, federalistas o autonomistas -todos- tenemos derecho a ser gobernados por alguien que piense en la totalidad, que gestione el presente respetando la legalidad y las instituciones, que trabaje por el bien común y que busque consensos amplios para afrontar los grandes retos que se nos avecinan.

El cóctel del proceso y la pandemia nos ha situado colectivamente en una posición complicada de la que no nos sacará un independentismo que ha dado sobradas muestras de ineficacia, de ineptitud y, sobre todo, de dejadez en la gestión de las cosas del día a día, seguramente poco épicas a los ojos del independentismo. Nos hablaron de Ítaca, de revueltas y sonrisas, de un país nuevo y de hacer la Holanda del Sur, pero la realidad es tozuda. Estamos más embarrancados que nunca. Embarrancados en un ficticio 52% de votos que no saben, ni pueden gestionar, simplemente porque llevan demasiados años, a pesar de ser conscientes del engaño, prometiendo imposibles. Y así estamos …

Ramon Espadaler, secretario general de Units per Avançar