Los cien primeros días del Gobierno de Pere Aragonès han evidenciado una diferencia abismal respecto al precedente Gobierno de Quim Torra, obviamente a favor del primero, al tiempo que han permitido constatar la debilidad e inconsistencia de la base parlamentaria del Ejecutivo presidido por el político republicano.

La exagerada dependencia de los antisistema, por una parte, y el desmarque que protagonizan semana tras semana los socios de Junts auguran otra legislatura de difícil gestión, plagada de desencuentros entre los partidos que sustentan directa o indirectamente al Gobierno de la Generalitat de Cataluña. No estamos ante un hecho coyuntural, sino ante una debilidad estructural que explica algunos incumplimientos, el más grave de los cuales es el de la no elaboración de los Presupuestos para el año en curso, una promesa prematuramente olvidada por parte del presidente Pere Aragonès.

La suma de desencuentros y de desconfianzas dibujan un Ejecutivo poco eficiente y más paralizante que no motor de proyectos y del país. Las discrepancias entre los socios del Gobierno respecto a la ampliación del aeropuerto de Barcelona son el ejemplo más sangrante de las desavenencias de fondo en el seno del Ejecutivo.

Constituyen demasiados retos desatendidos en el contexto de un mundo que no se detiene, que no nos espera y que ni siquiera nos mira y respecto al cual no podemos seguir perdiendo más fuelle.

Más sombras que luces en estos cien primeros días en la Generalitat de Catalunya que, si de algo no han servido, es para dotar de bases sólidas y estables a un Gobierno que tiene retos gigantescos en el terreno de la recuperación sanitaria, económica y social del país.

Ramon Espadaler, secretario general de Units per Avançar