Bloqueo y Decadencia o Pacto y Progreso
Artículos del presidente de Units per Avançar, publicados en el diario digital e-noticies
Bloqueo y Decadencia o Pacto y Progreso (I)
La Presidenta Ayuso nos ofrece un slogan simple: comunismo o libertad. Traigo otro menos llamativo, pero quizás más realista: Bloqueo y Decadencia o Pacto y Progreso.
Ofrecer recetas fáciles para un mundo complejo e interconectado da votos, pero no funciona. El procés también demostró la dificultad de implantar recetas evidentemente posibles y efectivas. Son muchos los aprendizajes de estos años, pero aún insuficientemente consensuados entre ambos bandos, por lo que seguimos bloqueados en busca de una salida.
Las emociones y sentimientos grupales existen y determinan gran parte de nuestras acciones. Una parte de la población de Catalunya se ha movilizado entorno a unos líderes políticos que proponían una independencia rápida, y que ahora siguen apoyando motivados por lo que consideran una injusticia pena de prisión y exilio, y por un proyecto de independencia que sigue ahí. De una forma u otra, a lo largo de la historia se mantiene un proyecto nacional catalán. Esta permanente voluntad de los catalanes de ser catalanes debe ser respetada y reconocida. Como también la existencia de un gran grueso de la población que no está dispuesta ni a perder sus vínculos con España, su lengua o simplemente a arriesgar su progreso económico y patrimonio.
Las leyes, las instituciones del Estado y los acuerdos internacionales como la misma EU también existen. Así como los intereses económicos y la intrínseca aversión al riesgo político/legal/social del capital, todos ellos tienen una poderosa fuerza y también determinan y encauzan los movimientos de cualquier país. No reconocerlo es una apuesta segura para chocar de bruces con la realidad.
Las posiciones son igualmente fuertes y poderosas. Es imposible que una u otra desaparezcan, y también que una se imponga a la otra sin altísimos costes para la mayoría de los catalanes. Por lo que nos encontramos en un callejón sin salida. Las consecuencias del enfrentamiento y del bloqueo son ya evidentes: DECADENCIA. Todos perdemos. Algunos argumentan que no estamos tan mal, otros que los indicadores económicos son malos. No conozco a nadie que con el corazón en la mano afirme que no hemos dejado pasar oportunidades, o que nuestro futuro inmediato no brilla como nuestro pasado.
Los retos no son sólo políticos. Los cambios tecnológicos, medioambientales, inmigración, la pandemia económica, el paro, la baja natalidad, la presión a la clase media, la falta de vivienda, la elusión fiscal de las grandes empresas, los nuevos monopolios, la nueva guerra fría entre grandes potencias… en gran parte son retos compartidos con otros países y exógenos a nuestro pequeño país. Pero la forma de afrontarlos impacta en el resultado sobre nosotros.
El boqueo nos impide intentar dar respuestas efectivas a estos problemas. Nos desgasta emocional y económicamente. Por ello debemos buscar alternativas que no solucionarán el procés por completo, pero que, al menos, nos permitan avanzar en otros ámbitos. Priorizar el conflicto y el bloqueo es asegurar la decadencia catalana.
Cualquier pacto se hace con los diferentes y exige el reconocimiento previo del otro, por lo que debemos exigirnos un alto el fuego de insultos, descalificaciones e ironías tuiteras. Cualquier pacto exige cesiones y buscar pequeños puntos de acuerdo. ¿Cuáles podrían ser esos acuerdos de mínimos que nos permitirían avanzar?
Si me sentara en una mesa con amigos votantes del PP, y exigiera: amnistía y referéndum, se quedarían perplejos y se marcharían. Si me sentara con amigos independentistas y les plantease que las cosas están bien como están, se reirían ofendidos. Posiciones maximalistas para la propia parroquia son la forma segura de seguir en el bloqueo y acelerar el declive.
Parece sensato pensar que algunos puntos de encuentro pueden existir. Si queremos encontrarlos, debemos empezar por el paso previo: arrinconar al irrespetuoso, silenciar al voceras, señalar al bloqueador, huir del decadente. Sólo si priorizamos al constructor de puentes, al sensato zapador de peligros, al silencio respetuoso y dignificamos nuestra política podremos pasar a la pantalla de la oportunidad de acuerdos.
Oriol Molins, presidente de Units per Avançar
Bloqueo y Decadencia o Pacto y Progreso (II)
Si en Catalunya consiguiéramos pasar a la pantalla de intentar el pacto, ¿cuáles podrían ser los mínimos para un acuerdo? Los que nos permitan seguir sentados en la misma mesa, aquellos que permitieran a los protagonistas defender los acuerdos ante sus parroquias sin ser tachados de traidores y los que faciliten a todos ver un avance respecto a la situación actual.
Por lo tanto, deberíamos huir de intentar acuerdos definitivos, o que intentaran ser la solución perfecta y a todos los desecuentros existentes. En mi opinión, hay varios puntos que podrían ver la luz.
El primero es el reconocimiento de la nacionalidad catalana dentro de la Constitución. Es un punto de aceptación y respeto mútuo. Las nacionalidades ya están en nuestra Carta Magna, pero no se han desarrollado y muchos cuestionan aún la autonomía misma. Reconocer esa inequívoca voluntad de ser de la sociedad catalana sin menoscabar el concepto jurídico de soberanía el Estado Español puede ser un punto de encuentro.
El segundo es articular mejores respuestas a la crisis social y económica. Una mejor financiación, inversiones en infraestructuras y el cumplimiento por parte del Estado la ley española que es el Estatut serían, sin duda, un punto en el que una amplia mayoría nos veríamos representados. Además, tendría muchas posibilidades de expresarse y materializarse.
El tercer punto es el más complejo, pero es imprescindible, pues los dos primeros son insuficientes para ambas partes. Me refiero a la situación de los presos. En primer lugar, el orden de los conceptos en sí mismo imposibilita un diálogo. Si les llamamos presos políticos, es una afrenta al sistema legal y jurídico español. Si les llamamos políticos presos, es otra ofensa para la parte independentista, por lo que sugiero utilizar un respetuoso “presos” que evidencia la triste realidad de dichas personas y sus familias.
La amnistía equivale a admitir una causa generalizada, injusta, impuesta por un régimen arbitrario, por lo que plantearla nos aleja del pacto. La reformulación del delito de sedición de forma que se ajuste mejor a los hechos ocurridos y beneficie a los presos con una pena menor que les permita salir de prisión es una buena solución, pero exige un acuerdo amplio y podría ser bloqueado en los Tribunales. Por eliminación de alternativas llegamos al indulto y a la aplicación de los beneficios penitenciarios como vías posibles. Sin embargo, me temo que para llegar a ellos es necesario un acuerdo de lealtades entre las partes, de voluntad de corregir y no repetir errores, de abrir un largo paréntesis. Un alto el fuego que permita a los respectivos gobiernos priorizar los retos que pueden hacer peligrar de veras nuestra sociedad: la pandemia económica, el paro y las desigualdades que nos interpelan principalmente.
Sin duda muchos echarán de menos ir más lejos, y lo verán insuficiente. Es un punto de partida, no un final de trayecto. Nadie debe renunciar a sus principios, ni al referéndum, ni a la Constitución, ni a sus lenguas o identidades. Sería un acuerdo para dejar de cavar el hoyo y de hacer el agujero más grande. Sería únicamente un pacto para darnos oportunidad como sociedad para evitar desgastarnos inútilmente y caminar hacia la decadencia. Un pacto para ponernos de nuevo en marcha, e intentar volvernos a sentir orgullosos de nosotros mismos afrontando conjuntamente estos dificilísimos retos. El progreso sería entonces más probable, el pacto es la condición sine qua non. Sin duda lo intentaría.
Oriol Molins, presidente de Units per Avançar
Bloqueo y Decadencia o Pacto y Progreso (y III)
¿Por qué fracasan las naciones? ¿Cómo sobreviene el declive? Adam Smith ponía el acento en la capacidad de producir bienes, de generar oferta como fuente de riqueza. M. Porter afirmaba en su libro sobre las ventajas competitivas de los paises que la prosperidad viene del éxito de sus empresas. Y, recientemente, D. Acemoglu y J.Robinson teorizan sobre cómo instituciones económicas inclusivas acaban generando prosperidad, mientras que las instituciones económicas extractivas generan pobreza.
Todos ponen de relieve, de una forma u otra, la necesidad de generar riqueza y su reparto. Sin su generación, sólo hay reparto de migajas, que es en la situación de decadencia en que poco a poco nos encontramos. Las personas, las familias, las empresas y las naciones prosperan porque consiguen generar ingresos. Generan riqueza con trabajo, innovación y comercio. Sin ahorro capaz de capitalizar un proyecto, no hay innovación y las relaciones comerciales decaen.
Nuestra política fiscal penaliza el trabajo y, también, el ahorro, por lo que nos autoinflingimos un camino de penurias laborales, baja innovación y baja productividad.
Nuestro esfuerzo inversor en educación, univerdidades, formación profesional e i+d es bajísimo respecto a otras naciones, de forma que solitos nos sometemos a un futuro de bajos salarios.
Si mayoritariamente entendemos estos dos puntos como nuestro verdadero talón de Aquiles, y acordamos mayoritariamente un plan a 15 años para hacer un cambio radical al respecto, estoy convencido de que veremos en pocos años los resultados.
Hay muchos otros aspectos de nuestra vida económica mejorables: exceso legislativo, trabas regulatorias, falta de competencia, baja eficiencia de la Administración, inversión sanitaria, inseguridad jurídica, el papel del sector público, el tamaño de nuestras empresas, apuesta por clusters de futuro… Pero no existen recetas compartidas para estos puntos y deberían ser los gobiernos de cada momento los que los aborden. Personalmente no tengo dudas de que las recetas de la izquierda radical de la CUP son un fiasco económico asegurado, al igual que las propuestas habitacionales de En Comú Podem han fracasado estrepitosamente. Sin embargo, estos partidos ponen sobre la mesa problemas e injusticias muy reales, que debemos afrontar como sociedad. Los partidos que no hacen nada, que no reforman son los culpables de la aparición de partidos radicales de uno u otro extremo.
Este ha sido el hilo conductor de estos tres artículos: el bloqueo o el pacto. No hacer nada lleva a la decadencia de forma inexorable. En cambio, el pacto nos abre la oportunidad hacia el progreso. Barcelona no ha perdido el tren de las principales capitales europeas, y debemos ser capaces de compaginar un proyecto de ciudad para los barceloneses, para sus barrios, con más vivienda, que solucione los retos de mobildad con un proyecto abierto y atractivo capaz de generar buenos trabajos para nuestros jóvenes. Catalunya debe afrontar el reto educativo y dinamizar su economía. Potenciar clusters de empresas de mayor tamaño que nos permitan competir internacionalente, y generar un marco legal e impositivo que mejore el clima empresarial. Sólo así conseguiremos financiar el gasto social, y frenar el impacto de la crisis económica. La alternativa al pacto es la decadencia, y estamos todos de acuerdo que hay alternativas mejores.
Oriol Molins, presidente de Units per Avançar
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