Els rics no són el problema
Antoni Durán-Sindreu, membre del comitè directiu d’Units per Avançar i coordinador del programa econòmic del nostre partit, ha publicat avui aquest article en el diari Expansión.
LOS RICOS NO SON EL PROBLEMA
El problema son los ricos. Sus grandes beneficios y los pocos impuestos que pagan. Esa es la “verdad” que el Gobierno nos dice.
Sin embargo, se trata de una verdad a medias que, descontextualizada y repetida mil veces, puede tener efectos muy negativos.
El punto álgido de la misma se alcanzó a finales de 2022 con la aprobación de tres nuevos impuestos con “nombres y apellidos”.
Su justificación era clara. La justicia social exige redistribución y esta exige gravar más a los más ricos. Otra verdad a medias.
Pero yo no creo en las verdades a medias.
Y no creo porque el problema no son los ricos, ni sus beneficios, sino un sistema tributario agotado e ineficiente, con progresividad regresiva, que beneficia a las rentas más altas.
En efecto. El peso que los impuestos progresivos tienen sobre el total de la recaudación, Seguridad Social incluida, es muy inferior al de los impuestos no progresivos.
No es, pues, de extrañar, que si consideramos como progresividad el porcentaje que representan todos los impuestos que pagamos con relación a la riqueza que obtenemos, la progresividad es casi inexistente.
Pero hay más.
El propio sistema tributario es el que, en ocasiones, promueve la ausencia de progresividad.
Las ayudas y políticas universales, los incentivos incorrectamente diseñados, los privilegios fiscales, el predominio cada vez mayor de la imposición indirecta, y la creciente elusión fruto de una legislación defectuosa, son un claro ejemplo.
La demagogia sobre el Impuesto sobre el Patrimonio (IP), que se suprimió por gravar tan solo a los patrimonios medios, y el acoso permanente e interesado contra un Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones (ISD) mal diseñado, son otro ejemplo.
Por su parte, la hipocresía fiscal no nos permite tampoco mejorar la progresividad del sistema tributario. Este es el caso, por ejemplo, de la falta de objetividad en la crítica de los beneficios fiscales de la empresa familiar y sus efectos secundarios, o de la ambigua definición de actividad económica de arrendamiento de inmuebles, que promueve comportamientos claramente elusorios. Pero claro, tocar cualquier coma al respecto, duele al bolsillo.
Frente a la crítica, nos olvidamos de las alternativas. Las únicas que existen parece ser que son suprimir el IP y el ISD. Pero nada se dice, por ejemplo, de la eficiencia y equidad en el gravamen de la riqueza.
¿Qué quiero decir con todo ello?
Pues muy simple. Que la riqueza no es el problema, sino la solución. Contra mayor riqueza, mejor. El problema es de justicia. De justicia en la distribución de los tipos efectivos reales que se derivan del conjunto del sistema tributario con relación a los niveles de riqueza. Y su solución no es más impuestos a los ricos, sino reformar el “sistema” tributario para que este sea en su conjunto verdaderamente progresivo.
El gran engaño es omitir la publicidad de datos reales: la distribución por niveles de renta de los tipos efectivos del conjunto del sistema tributario con relación a la riqueza reamente obtenida.
Y ahí surge otro importantísimo problema. ¿Qué se ha de considerar riqueza? ¿La renta definida a los efectos de la ley del IRPF? Craso error. Y craso error porque esta no tiene siempre en cuenta la riqueza realmente obtenida, sino la “exigible”. Y sí. Ya lo sé. Se dirá que se trata de un problema temporal. Pero no; el tema es más profundo. Se trata de un problema de diseño del sistema tributario en su conjunto. De una modificación quirúrgica de muchas pequeñas cuestiones que inciden en la progresividad.
Verdad, la mía, que no es contradictoria con afirmar la importancia de la riqueza y la necesidad de premiar la inversión productiva y la capitalización de las empresas.
Pero ello no es solo una cuestión fiscal. Es, fundamentalmente, una cuestión de modelo social y económico, seguridad jurídica incluida.
En fin. La desigualdad de rentas no se soluciona redistribuyendo los ingresos, sino promoviendo una verdadera igualdad de oportunidades y una verdadera economía social de mercado.
Apuesto, pues, por políticas predistributivas que permitan disminuir la desigualdad de oportunidades, políticas que promuevan una economía en beneficio del bien común, mayores políticas selectivas de gasto, que son las que mejores efectos redistributivos tienen, una progresividad objetiva (tipo único y mínimo exento), y un sistema tributario que, en su conjunto, sea verdaderamente progresivo en términos de tipos efectivos.
En definitiva, no me preocupan los ricos ni sus beneficios.
Me preocupa la igualdad de oportunidades, un modelo social y económico orientado al bien común, y un sistema tributario verdaderamente progresivo.
Antonio Durán-Sindreu Buxadé
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